Por: Nataly Villamizar Montenegro
Twitter: @NatyVillamizar
El mundo de hoy parece que avanza más rápido que antes, así los calendarios y las manecillas del reloj no den cuenta de ello. Con el boom de la tecnología y con las apuestas de los programas televisivos, parece que la información de todo tipo llega a todos, sin el debido proceso. Esto puede indicar que poseer información no es la forma más efectiva para enfrentar el mundo efímero que nos correspondió vivir.
Porque aunque la información parece estar en el momento oportuno, evidenciamos en la cotidianidad que esa información no es tan apropiada, tal vez tanta nos satura, y hasta nos lleva a la confusión. En el proceso de información-acción, parece que no encaja la vida misma.
Ahora bien, hay un tema que está, pero al mismo tiempo está más oculto que nunca, precisamente por la confusión de la información presente. Ese tema es la sexualidad, tan escandaloso para unos y tan “obvio” para otros, lo cierto es que para los más chicos es mejor dejar el tema en manos de la cigüeña que viene de París, la ciudad del amor, punto final.
Pero lo realmente importante es asumir el tema de la mejor manera posible, y cuando digo de la mejor manera posible, estoy haciendo referencia a las múltiples maneras que hay para asumir el tema, pues no se puede dejar el tema en manos de… la escuela, la canción de reguetón, la iglesia, el programa de televisión, y demás. Pasando la responsabilidad, como una pelota en el mejor juego de tingo tingo tango, que lo único que genera es recibir de todo pero sobre todo nada.
Pues es un tema tan serio y de tanta responsabilidad que parece que nadie quiere asumir, es más, parece que es un tema de extraterrestres al que es mejor huirle. Y a mi modo de ver es la única que se tiene en cuenta y la peor opción que se debe tomar.
No es un tema que le corresponda exclusivamente a la prevención, a un principio de la iglesia, a una clase de un currículo; simplemente, y es lo que lo más complejiza el hecho, es un asunto puramente humano.
Por eso, la sexualidad en el mundo de los niños y los jóvenes, no puede ser un juego, una exploración o lo más preocupante que se convierta en un asunto del mercado y con él de la moda. Pues la sexualidad no puede ser un juego de niños: inocente, sin responsabilidad y de momento.
Y es por eso, que el término mismo no debe sufrir un -ocultamiento- o una degradación, pues es un asunto que puede ser abordado desde: la literatura, la danza, el cuidado por el cuerpo y el otro, y es en medio de esas múltiples maneras de abordar el tema, con seriedad y responsabilidad que junto con el respeto permitirán entender lo hermoso y lo real de la sexualidad.
Con esto, no quiero decir que es el asunto más sencillo de abordar, lo único que quiero lograr en el lector es un cambio de concepción en la forma de asumir el término mismo, en aras de: menos embarazos no deseados, de menos enfermedades de trasmisión sexual, de menos abusos sexuales, y en pro de más responsabilidad hacia el asunto, todo esto bajo la luz de la luna y el calor de la intimidad que encierra el término y que posee cada persona.
Pues es un proceso, entendiendo que somos legado del no saber y el ocultamiento. La cuestión es que debemos conocer y ser responsables con nuestras decisiones, y también estos puntos son claves en nuestra labor pedagógica; pues aunque nuestra época se caracteriza por acción- placer, velocidad e “individualismo solitario”[1] , la sexualidad en el mundo de los niños y de los jóvenes, no se puede asumir con esas características, pues es un asunto de efecto domino, empieza por uno pero tiene múltiples efectos en distintos planos de la vida y en otras personas.
[1] Término tomado de Gabriel García Márquez en: Por un país al alcance de los niños.