LA POLÍTICA EN LA COLOMBIA DE HOY.

“Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su personaaunque diga y piense diferente”

Jaime Garzón

Por: @NatyVillamizar 

Intentar  hablar de política en la Colombia de hoy es un asunto complejo y sin temor a equivocarme triste y cruel a la vez, no por el simple hecho de escribir desde el sentimentalismo superficial y amarillista en lo que muchos suelen caer, sino porque es una política escrita con sangre.

 Como punto de partida se hace referencia  a la identidad, definida por la real academia de la lengua española como: “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracteriza frente a los demás”, y es que un pueblo sin identidad queda oscurecido en la incertidumbre de su presente. Cabe en este punto preguntarse: ¿Qué busca la política y qué esperan los ciudadanos de ésta ?

 Colombia es un país regido por la ley  del silencio y de la indiferencia. Un país que no revisa su pasado se condena a repetir su historia cada vez de forma más peligrosa. Colombia un estado social de derecho, escrito en el  título I, de los principios fundamentales, artículo I de la constitución política de Colombia, se quedo ahí en el papel, en letra muerta.  

 Un país en el que sus honorables congresistas (senadores y representantes a la cámara), el poder legislativo del país, conformado por 268 funcionarios, recibe un salario mensual de $23.430.000, mientras un ciudadano de a pie debe mantenerse con salario mínimo mensual de $566.700, del cual debe pagar recreación, salud, vivencia, vestuario e  impuestos. ¿Cuándo y cómo se acabará la desigualdad social?, en un país con un pasado y presente  de sangre, crueldad e inequidad y  con gobernantes que no cumple con sus funciones.

 Colombia, el país de noticias efímeras, de la vida alegre a pesar de las desgracias, el mismo país de Shakira, Álvaro Uribe, Gabriel García Márquez, de Piedad Córdoba, Fernando Botero, de los otros y de los pocos, ese país suyo, pero también mío. El país de todos pero el país de nadie, Colombia que no se reconstruye ni se construye, que no se piensa, que no se cuestiona, que no se asume y que no conoce su historia, pero que si se vende, si se destruye y está en guerra.

 Por lo anterior, se hace necesario ampliar un poco el concepto guerra, pues ésta ha sido la constante de la historia Colombiana, así muchos traten de negarlo, pues la guerra es un negocio que se vende al mejor postor, un negocio muy rentable, y llamativo para cualquier clase social, es un campo de batalla que no conoce de moral, de ética ni de limites. Esa guerra manejada por los “dueños del poder”, en donde ellos no pierden, los únicos que pierden son los colombianos; eso es en lo que se convirtió la política en la Colombia de hoy en un negocio sucio, en donde “reina la impunidad y la miseria, si los campos están en manos de la guerrilla, las ciudades en manos de la delincuencia, la economía en manos de los traficantes y las relaciones con el mundo en los delegados del imperio”. (Ospina William, pág 2)

 Por otro lado los ciudadanos pasan entero la desinformación que presentan los medios de comunicación, no saben lo que necesitan, se polarizan por el negocio de otros y se mata entre ellos, un pueblo que no se cuestiona y que parece más bien sometido, atemorizado, acomodado, conforme y silenciado, es un pueblo adormilado. Un pueblo desesperanzado, pero contradictoriamente  esperanzado en que si cambian nuestros gobernantes Colombia cambiará, eso sería una parte, pero no sería suficiente, pues  “el inmenso pueblo excluido que no se manifiesta, o que tan plenamente ha perdido la confianza que prefirió replegarse hacia la vida personal, (…) y entregado a la tarea  a la vez precaria y heroica de rebuscar la subsistencia en una lucha de todos contra todos, porque ningún propósito colectivo puede ser reivindicado, porque ya nadie puede sentirse parte digna y orgullosa de una nación”.

 Un pueblo que espera a ver si se da el milagrito que  algún día cambiará a este país, mientas calla de miedo. Pero no necesitamos esperar necesitamos un pueblo que obre no de manera negativa ni pasiva. Una sociedad que se manifieste y que no viva al margen del Estado, que sea parte de éste. Una sociedad comprometida, que cambie al Estado, que exija y que haga respetar y cumplir las funciones de los gobernantes, que sea capaz de autorregularse.

 Estamos gobernados por el dinero a costa de lo que sea, de esta forma  lo demás no vale. Un gobierno cada vez menos alejado de lo ilegal: muertes, desapariciones, leyes absurdas y que parecen ser creadas para direccionarse hacia la impunidad, rayan de grotescas. Hay una responsabilidad del estado por omisión y por acción. Un gobierno de la guerra y para la guerra.  Acaso “el ser humano es un ser político porque su inteligencia le permite pensar y actuar sobre las formas más convenientes de organizar la vida social”. (Cap I sociedad, pág 56)

 Necesitamos un gobierno que nos represente, que vele por nuestros derechos, que no defienda privilegios, sino que privilegie el bien común, que garantice los derechos básicos, que promueva trabajos dignos, que sus fuerzas armadas sean eficaces a la hora de velar por la soberanía, y las de policía  para defender la vida, honra y bienes de los ciudadanos; un gobierno verdaderamente nacional y respetuoso, que le sirva al colectivo y  no a unos pocos.

 Y en este punto vale la pena preguntarse: Dónde está la organización política, quién maneja esa organización, para qué sirve el gobierno, dónde quedó la soberanía, dónde está la libertad, quién se llevo todo eso y mucho más. Contra que estamos, qué es lo que se quiere, qué se necesita. Buscamos civilización en medio de la barbarie. En dónde están nuestros limites y dónde están los de los gobernantes. Es increíble e inaceptable que esto ocurra en un estado social de derecho.

 La política en la Colombia de hoy, es un conjunto de varios intereses, pero no son precisamente los intereses de los colombianos, “Cualquier colombiano lo sabe: aquí nada sirve a un propósito público. Aquí sólo existen intereses particulares”. (Ospina William, pág 2) Interés de  gobernantes o incluso de otros que manejan a los gobernantes, porque lo  único claro es que lo que menos importa es el pueblo, esos seres humanos no valen, sólo sirven para cifras.

 Las bases de las sociedad están cimentadas bajo  la economía y la política éstas  “se convierten en problemas complejos y fuente constante de estimulo para violentas reacciones sociales. El hombre se transforma en un esclavo de sus necesidades y la vida  social se articula en artificiales instituciones políticas”. (Cap I sociedad, pág 41), desplazando radicalmente lo humano, y con él los necesidades  sociales más básicas.

 Finalmente, se citará una frase que ayuda a sintetizar lo que se ha dicho, pues  “cuando la conciencia humana se serene y los hombres usen la inteligencia creadora, no para destruirse, sino para construir un mundo mejor, la idea de justicia social habrá de revisarse para darle un contenido nuevo, una significación más de acuerdo con la realidad del mismo”. (Cap I sociedad, pág 48) Pues lo que necesita Colombia urgente, debido a que  no hay más tiempo que perder, es un cambio profundo que tenga propuestas más acordes con la vida de los colombianos, con propuestas y acciones sociales concretas que privilegien el bien común y no los intereses de algunos que resultan nocivos para la mayoría.

 “Todavía es muy largo el recorrido para trasformar la sociedad de tanto por cierto, en sociedades racionalmente humanas responsables de un destino superior y no un rebaño de dementes empeñados en explotarse, destruirse o ingobernables, sino dominados por auténticos valores humanos”. (Cap I sociedad, pág 50) Y Aunque la frase es muy realista en ella hay esperanza, que es lo que más atacan actualmente los gobernantes y los medios de comunicación, para que la sociedad se acostumbre a que estemos mal, pero podríamos estar peor, así que no hay porque preocuparse.

 ¿Será que alguien es capaz de argumentar en que momento hemos dejado de ser la patria boba?, nuestra política es una narco-política, Colombia no conoce de democracia y ese ideal de estado social de derecho, es sólo eso, una utopía.  No hemos sido capaces de asumir la trasformación del país, porque no tenemos una conciencia colectiva. La invitación esta hecha y todas las condiciones están presentes a la orden del día para exigir y hacer parte de un cambio político, el cual que debe  demandar indudablemente otras propuestas sociales.

 

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