“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo” Albert Einstein
Por: @NatyVillamizar
Entender la realidad social nunca ha sido un asunto fácil, pocos piensan que estamos en crisis y en ese sentido pensar en transformación no tiene relevancia y menos fundamentos. Pero si no pensamos nuestra realidad será mucho más difícil entenderla, así las cosas sólo queda adaptación. Ahora bien, detectar algunos problemas que casi siempre son “identificados” superficialmente desde la individualidad y para lo único que sirve eso es para buscar culpables llámese: familia, escuela y/o sociedad.
Pero si empezamos un análisis serio, en lo primero que uno piensa es en la importancia de la educación que es a lo que a todos nos obligan a pensar, pero no nos atrevemos a ir más allá y poder entrar a desglosar la estructura del sistema educativo que es lo que realmente importa. Pues decir que algo anda mal porque nos fue mal en un examen y la solución sea la imitación de modelos extranjeros que probablemente no hayan funcionado en su país de origen, que sólo funcionen a un sistema económico y no a las necesidades de los niños o que no funcionarán para Colombia a nadie le interesa saber eso.
Porque sucede esto, porque nos hemos quedado en lo banal, porque no nos dan la posibilidad de pensar nunca nos preguntamos para qué la educación, esa educación para qué niños y para qué sociedad. Con esto quiero decir, que nuestro único objetivo en la vida es ser felices y para ser felices debemos estar bien con nosotros mismos, en otras palabras amarnos a nosotros mismos y en esa medida podemos amar y hacer felices a otros. Y la educación debe ser coherente con ese objetivo vital.
Todas estas observaciones se relacionan con el rol del pedagogo y la escuela, en donde se deben propiciar ambientes de aprendizaje para que todo esto sea posible, donde los niños sean y puedan amar y ser felices. En lugar de seguir perpetuando los premios, los castigos, los sufrimientos y desmotivando a los niños para que descubran el mundo y se descubran a ellos mismos.
Es que acaso una educación para los niños desde el amor como principio fundamental no traerá un desarrollo personal, un desarrollo de naciones, aprendizajes en contenidos por sí sólo, de manera secundaria pero no como lo único importante. Algunas vez hemos reflexionado desde la familia, la escuela y la sociedad: ¿qué valores transmitimos?, ¿Por qué seguimos reproduciendo un sistema educativo como el que tenemos priorizando contenidos? Sistema desde el cual lo válido es el individualismo extremo y la competencia, ¿luego la competencia no es el principio de cualquier guerra?
Por lo anterior, se puede evidenciar que existen discursos educativos que hablan de libertad, de autonomía, de democracia, y demás pero ¿es eso cierto en la implementación? Me atrevo a decir mejor que somos una sociedad incoherente, el discurso va por un lado y la práctica en sentido contrario de forma paralela, en otras palabras no existe posibilidad alguna de encontrarse.
En la actualidad colombiana se habla de paz, y digo que se habla porque hablar es un primer paso pero no es suficiente. Y mientras el país de papel lo hace, la educación no educa para la paz. Somos una sociedad más pensada desde el odio y el resentimiento continuar en guerra; que para el amor, la solidaridad, la reconciliación, el diálogo, la solución de conflictos y el perdón.
En este orden de ideas, debemos pensarnos el sentido de la educación en nuestro tiempo y el por qué el mundo avanza a grandes velocidades y el sistema educativo se quedó en el siglo XVIII en la Escuela Prusiana y con el despotismo ilustrado.
Somos producto, y lo peor no estamos haciendo nada para transformar eso, y seguimos en la reproducción de un sistema educativo que nos deshumaniza, que nos condena a la desigualdad social, que no nos educa en valores ni emocionalmente y mucho menos para ser felices, ni que decir, ni para amar ni para ser amados estamos siendo “educados” mejor deseducados para tener y no para ser, para poner precio a todo y a todos y para no valorar nada.
La educación de nuestros días no enriquece la cultura, repite la violencia de nuestra historia, no promueve la diversidad en cambio naturaliza la discriminación. Rompe por la fuerza con lazos de cooperación. La escuela hoy no es sinónimo de educación porque ésta última su meta es la buena calidad de vida.
Dicho de otra manera, los errores y las equivocaciones deben estar presentes en todo proceso educativo, todos los seres tenemos la capacidad de mejorar, debe promoverse la autocorrección y la corrección entre pares, la pregunta antes que las respuestas irrefutables cargadas de verdades absolutas. El descubrimiento debe ser la puerta de entrada para el aprendizaje durante toda la vida, hacer énfasis en los procesos y no en los resultados, educar en el arte y en las emociones, la única autoridad que debe sembrar el pedagogo en los niños es ser la autoridad de su propia vida. Se deben generar procesos de aprendizaje desde la autodisciplina que conlleva a la convivencia y el respeto y no desde la disciplina para obedecer cuando alguien me dice y está presente.
Se debe pensar en descolarizar la escuela, es decir, en quitar de ella todo aquello que impide el aprendizaje. Que deje de sembrar miedo en los niños y sea el espacio propicio para construir mejores ciudadanos, más autónomos y con mayor seguridad en ellos mismos. Es dejar de mantener y aceptar una sociedad del autoengaño en donde aparento que soy sin ser, en donde soy un título y en esa misma lógica trabajo en lo que me da dinero o posición, pero no en lo que amo, en lo que me siento bien.
Educar en la contemporaneidad es cuidar y cuando cuido del otro respeto sus procesos vitales. Más no se trata tan sólo de buscar fórmulas perfectas, que no existen, ni de inventar pedagogías. Puesto que cualquier educación es buena si cuida la alegría y las ganas de vivir de los niños.
Lo más probable es que la escuela no sea ni la responsable en solitario ni la única encargada de la transformación social y de la educación de los más pequeños. Pero si es un elemento importantísimo de las tres puntas que conforman el triángulo: familia, sociedad y escuela, en donde la familia es el principio de todo. En este sentido, el niño da de lo que recibe. En este punto cabe preguntarnos ¿qué tipo de ambientes les estamos proporcionando a los niños? Ya sean familiares, educativos, de recreación y otros.
Por supuesto que lo anterior nos indica la correspondencia que debe haber entre las tres puntas del triángulo en donde el único centro sea la calidad de vida, es decir, una educación en pro de la vida. Teniendo en cuenta esto, el ejemplo, el dejar ser, el amor incondicional, la aceptación y el observar con el corazón se convierten en pilares fundamentales de una educación para hoy, por estos aspectos y respondiendo la siguiente pregunta podemos empezar y será un buen inicio ¿qué necesitan los niños de nuestra época?
Además, de incorporar el juego como metodología de aprendizaje, con intenciones claras, teniendo como mediador el disfrutar para aprender, las relaciones que se tejen entre pares y con el pedagogo. Así pues necesitamos pedagogos que sean felices que amen lo que hacen que estén dispuestos a aprender de los niños, a jugar y que amen a los niños.
En definitiva el verdadero reto no es decir que algo está mal y que el culpable es la familia, la sociedad o la escuela, el verdadero reto está en unir esfuerzos en pro de la vida y en el qué vamos a hacer para cambiar; sabiendo para dónde queremos ir empezaremos a avanzar construyendo otros caminos. Debido a que lo principal es empezar a desmontar imaginarios y pensamientos instaurados por décadas en las personas, por eso no es tan fácil y tan rápido de conseguir, pero tampoco será imposible como no lo quieren hacer creer. Puesto que el nivel de desarrollo y de civilización de una sociedad se debería empezar a medir en cómo las naciones tratan, qué les brindan y qué posibilidades se les da a las generaciones más pequeñas que hasta ahora empiezan a conocer el mundo y para las cuales todo es nuevo, nada es insignificante, todo merece ser observado y preguntado.
***Escrito reflexivo sobre la película “Educación prohibida”.